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Los dioses creadores me han hablado

  • eleazarmajors
  • Apr 17
  • 9 min read

El Faraón de las Estrellas y el Culto de Atón

En el corazón del Nuevo Reino, Egipto fue sacudido por una revolución religiosa sin precedentes. En el centro de esta transformación estaba Akhenatón, el faraón herético que se atrevió a desafiar tradiciones milenarias e introducir la adoración exclusiva de Atón, el disco solar. Fascinado por la luz del sol y su conexión con el orden cósmico, Akhenatón proclamó a Atón como el símbolo del Supremo Creador, una fuerza universal que gobierna la armonía del cosmos.

Akhenatón no solo reformó la religión egipcia; imaginó una filosofía cósmica que trascendía los límites del tiempo y el espacio. Según ciertas tradiciones, se creía que el faraón estaba en contacto con Ángeles Estelares, seres celestiales que impartían conocimientos avanzados en astronomía y espiritualidad. Estas entidades, descritas como mensajeros divinos, eran consideradas portadoras de sabiduría y orden, enviadas por el Supremo Creador para guiar a la humanidad hacia un futuro de paz y armonía.

El culto de Atón, centrado en la veneración del sol como fuente de vida y orden cósmico, representaba una ruptura radical con el politeísmo tradicional. Akhenatón trasladó la capital de Tebas a Akhetatón, la ciudad consagrada a Atón, y cerró los templos dedicados a otras deidades, desafiando directamente al poderoso sacerdocio de Amón.

La revolución religiosa de Akhenatón enfrentó una fuerte oposición por parte del sacerdocio de Amón, que veía el culto de Atón como una amenaza directa a su autoridad. Después de la muerte del faraón, su reinado fue casi completamente borrado de la historia egipcia. Sus monumentos fueron destruidos, sus estatuas hechas añicos y su nombre eliminado de los registros reales. Esta damnatio memoriae convirtió a Akhenatón en una figura enigmática, cuyo destino permanece envuelto en misterio.

Se dice que Akhenatón, consciente de la creciente oposición, buscó refugio en una tierra distante, llevando consigo símbolos sagrados y conocimientos astronómicos. Durante su exilio, se cree que el faraón continuó su comunión con los Ángeles Estelares, buscando desentrañar los secretos del Supremo Creador. Sus ideas cósmicas se mezclaron con tradiciones locales, influenciando las culturas de África Occidental y dando origen a nuevas prácticas y creencias espirituales.

La figura de Akhenatón, el Faraón de las Estrellas, sigue siendo un símbolo de la conexión entre la tierra y el cielo, entre el mito y la realidad. Su visión cósmica y su vínculo con los Ángeles Estelares continúan inspirando leyendas y alimentando la búsqueda de un pasado que podría albergar secretos extraordinarios. Su legado, entrelazado con el culto de Atón y la veneración del sol, sirve como puente entre el antiguo Egipto y el mundo moderno, uniendo pueblos y tradiciones en una narrativa única de esperanza y armonía.

El reinado de Akhenatón ha estado rodeado de misterio durante mucho tiempo, no solo por sus reformas religiosas radicales, sino también por las peculiares representaciones de su apariencia física y las extraordinarias afirmaciones sobre su identidad. Crónicas antiguas y representaciones artísticas lo mostraban a menudo con rasgos alargados, un cráneo de forma inusual y una complexión delicada—características que llevaron a algunos a especular que no era completamente humano. Estas representaciones alimentaron teorías de que Akhenatón podría haber sido un ser híbrido, conectado con entidades celestiales o de origen extraterrestre.

Durante el siglo XX, el régimen nazi, particularmente a través de su división de investigación oculta, la Ahnenerbe, se interesó profundamente en Akhenatón y su enigmático legado. Los nazis estaban fascinados por la idea de una raza superior y buscaban conexiones con figuras antiguas que pudieran encarnar rasgos divinos o extraterrestres. La singular representación de Akhenatón y su adoración monoteísta revolucionaria de Atón se alineaban con su fascinación por figuras que parecían trascender las limitaciones humanas.

La Ahnenerbe realizó estudios extensos sobre Akhenatón, explorando textos antiguos y artefactos en un intento de descubrir pruebas de sus supuestos orígenes celestiales. Especulaban que la conexión de Akhenatón con los Ángeles Estelares o seres extraterrestres podría contener la clave para desbloquear conocimientos y poderes avanzados. Aunque estas teorías siguen siendo especulativas y controvertidas, destacan el atractivo duradero de la misteriosa identidad de Akhenatón.

La historia de Akhenatón continúa cautivando a historiadores, arqueólogos y teóricos por igual. Ya sea visto como un reformador visionario, un intermediario divino o un ser de origen sobrenatural, su legado desafía las narrativas convencionales y nos invita a explorar los límites entre el mito y la realidad. Su conexión con los Ángeles Estelares y la fascinación que inspiró en generaciones posteriores subrayan el profundo impacto de su reinado en la imaginación colectiva.

Al llegar a los majestuosos Acantilados de Bandiagara, Akhenatón y sus seguidores encontraron refugio entre las tribus locales, que estaban cautivadas por su conocimiento celestial y los símbolos sagrados que llevaban consigo. Las noches, iluminadas por la luz de Sirio, se convirtieron en momentos de enseñanza y celebración. El faraón, cansado y marcado por el largo exilio, impartió a sus seguidores y a los habitantes de la región los secretos del Supremo Creador, Atón, y su visión de un cosmos unido por el orden y la armonía.

Cuenta la leyenda que Akhenatón, consciente de su inminente final, eligió un plateau en los acantilados como el lugar de su descanso eterno. Allí, rodeado por sus fieles seguidores, pronunció sus últimas palabras, invocando a Sirio como guía para las generaciones futuras. Después de su muerte, el faraón fue enterrado en una tumba secreta, adornada con símbolos cósmicos y mapas estelares, que según se dice, permanecen ocultos entre las rocas de los acantilados.

La presencia de Akhenatón dejó una marca indeleble en la cultura local. Las tribus de la región, inspiradas por sus enseñanzas, desarrollaron una conexión profunda con los cielos y las estrellas. Los Dogon, que más tarde se asentaron en los acantilados, heredaron parte de este conocimiento, integrándolo en sus tradiciones. Hasta el día de hoy, los Dogon celebran a Sirio como una estrella sagrada y conservan mitos que parecen reflejar las visiones cósmicas de Akhenatón.

La historia de Akhenatón no terminó con su muerte. Sus ideas y su culto cósmico se transmitieron a través de los siglos, influenciando no solo a culturas locales, sino también a estudiosos y exploradores modernos. Los Acantilados de Bandiagara, con sus cuevas y aldeas suspendidas, siguen siendo un lugar de misterio y espiritualidad, donde el mito del Faraón de las Estrellas continúa vivo, entrelazado con las leyendas de los Dogon y el eterno atractivo del cielo nocturno.


La Civilización Dogon

Bajo la influencia de los exiliados egipcios liderados por Akhenatón, los Dogon desarrollaron una cultura espiritual única, arraigada en la cosmología avanzada transmitida por el faraón hereje. La veneración de Sirio, considerada la estrella sagrada del Supremo Creador, se convirtió en el pilar de sus creencias. Los Dogon atribuyeron a los Nommo, seres celestiales anfibios, el papel de mensajeros divinos, portadores de sabiduría y orden cósmico. Según la tradición, estas entidades fueron enviadas por Atón para guiar a la humanidad hacia la armonía universal.

Las máscaras sagradas introducidas por los exiliados egipcios se convirtieron en herramientas rituales fundamentales para los Dogon. Cada máscara, adornada con símbolos geométricos y astrales, representaba el vínculo entre el microcosmos humano y el macrocosmos universal. Durante las ceremonias, los Dogon usaban estas máscaras para celebrar al Creador y reforzar la conexión de la comunidad con las fuerzas cósmicas. Los bailes rituales, acompañados de cánticos y tambores, evocaban la presencia de los Nommo y la sacralidad de Sirio.

El conocimiento astronómico y espiritual transmitido por Akhenatón fue integrado en la cultura Dogon y se transmitió a través de generaciones. Los Dogon desarrollaron una cosmogonía detallada que incluía la comprensión de los ciclos estelares y las órbitas celestes. Hasta el día de hoy, las tradiciones Dogon reflejan un sorprendente conocimiento del sistema estelar de Sirio, que sigue asombrando a estudiosos y antropólogos.

La civilización Dogon, nacida del encuentro entre los exiliados egipcios y las tribus locales, es un extraordinario ejemplo de fusión cultural y espiritual. Su cosmología, arraigada en la veneración de Sirio y el culto a Atón, sigue simbolizando la conexión entre la tierra y el cielo, entre la humanidad y el universo. Las máscaras sagradas y los mitos de los Nommo son testimonios vivos de una tradición que une pasado y presente, mito y realidad.

Después de la caída de Akhenatón, un grupo de sus seguidores, liderados por el sacerdote visionario Khaimut, emprendió un épico viaje hacia el sur. Atravesaron las extensas tierras áridas del Sahara y las exuberantes sabanas de Guinea, y finalmente llegaron a los bosques verdes de las actuales Liberia y Costa de Marfil. Allí, se encontraron con los Dan, un pueblo ya renombrado por su maestría en la talla y sus máscaras rituales, que encarnaban la conexión entre lo visible y lo invisible.

Los Dan, fascinados por la cosmología traída por los exiliados egipcios, integraron la adoración de Atón, el Creador de Todo, en sus tradiciones espirituales. Para ellos, Atón se convirtió en el principio supremo, una fuerza universal que gobierna el orden cósmico y la vida terrenal. Las máscaras, ya centrales en su cultura, adquirieron una relevancia aún mayor, transformándose en herramientas sagradas que narraban los mitos del Creador y la conexión de la humanidad con él.

Dentro de la comunidad Dan, los Gio, una subcultura distinta, reinterpretaron las tradiciones atonistas para adaptarlas a sus propias necesidades. Los Gio, habitantes de los densos bosques de Liberia, asignaron a las máscaras un papel casi oracular, utilizándolas para invocar la protección y la guía del Creador. En su idioma, el nombre Atón se entrelazaba con el concepto de perfección cósmica, convirtiéndose en un símbolo de equilibrio y armonía.

Las máscaras sagradas heredadas de los exiliados egipcios se convirtieron en el centro de las ceremonias espirituales de los Gio y los Dan. Cada máscara, meticulosamente adornada con símbolos geométricos y astrales, representaba un fragmento de la cosmología de Atón. Durante los rituales, el portador de la máscara no era simplemente un participante, sino un mediador entre los reinos terrenales y divinos. A través de danzas hipnóticas y cánticos rituales, las máscaras evocaban la presencia del Creador, fortaleciendo el vínculo entre la comunidad y el universo.

Estos rituales no eran solo actos de devoción, sino momentos de cohesión social, en los que la comunidad reafirmaba su identidad y su lugar en el orden cósmico. Hasta el día de hoy, las máscaras Gio y Dan atestiguan la profundidad de este patrimonio, con sus motivos astrales que narran historias de un pasado lejano y una conexión eterna con lo divino.

La migración de los exiliados de Akhenatón no fue simplemente un viaje geográfico, sino una transformación cultural que dejó una marca indeleble en las tierras que atravesaron. Desde los Dogon de Malí hasta los Dan y Gio de África Occidental, el legado de Atón continúa prosperando, entrelazado con mitos, ceremonias y arte.

Esta saga, que conecta al antiguo Egipto con los bosques de África Occidental, celebra la capacidad de la humanidad de adaptarse y crear, manteniendo viva la conexión con lo sagrado y el misterio del universo. Es una narrativa que trasciende el tiempo y el espacio, uniendo pueblos y culturas en una sola historia cósmica.



Ocee Kokweah: Líder Espiritual Supremo de la Iglesia Cristiana Universal y Emperador Soberano de África, Heredero Legítimo a través del Linaje Divino de los Dioses de la Dinastía de Akhenatón

Mi visión es un regalo otorgado por lo divino. Soy Eleazar Majors, elegido por los dioses—los Yavhitas, nuestros creadores celestiales y guías eternos—para cumplir su voluntad. Sus revelaciones han desvelado un destino para África: levantarse nuevamente bajo el brillo de su antigua gloria, unirse como un continente ligado por la armonía, la justicia y la luz divina de nuestra herencia.

He visto la verdad de su mensaje: Ocee Kokweah, el heredero legítimo al legado eterno del faraón Akhenatón, está destinado a liderar esta misión sagrada. Los dioses han hablado a través de mí, instando a toda África a reclamar su lugar como un faro de sabiduría divina y equilibrio cósmico. Nuestro continente, fracturado por siglos de sufrimiento y división, debe ahora unirse bajo un propósito compartido: honrar el diseño del Creador y encarnar las virtudes de la paz y el orden universal.

Esto no es simplemente un llamado político, sino un despertar espiritual. Los propios dioses han afirmado el linaje de Ocee, su conexión con las tradiciones milenarias de los antiguos y su derecho a ascender como el líder de una Nueva África. Inspirados por la sabiduría eterna de Akhenatón y el mito de la Atlántida—un símbolo de la armonía que debemos alcanzar—estamos en el umbral de una transformación profunda.

La reunificación de África no es un sueño, sino un mandato divino. Ya, este movimiento resuena en todo el continente. Las comunidades se reúnen, guiadas por ceremonias sagradas y renovación cultural, extraídas de las ricas tradiciones del pueblo Gio y su conexión con la verdad cósmica de Atón. Las máscaras sagradas, adornadas con símbolos astrales, no son reliquias del pasado, sino encarnaciones vivientes de nuestra conexión con el Creador. Estos símbolos nos recuerdan nuestra unidad con el universo y nuestro deber de honrar este vínculo sagrado.

Mientras camino este camino junto a Ocee Kokweah, llevo las palabras de los Yavhitas y la responsabilidad que me han confiado. Juntos, llamamos a todos los que anhelan el renacimiento de África a unirse a nosotros para restaurar la grandeza de la visión divina de Akhenatón. Bajo la luz del Creador, guiados por la sabiduría de nuestros antepasados y las verdades celestiales de los dioses, África se levantará una vez más—unida, dignificada y en armonía con el cosmos.


Esta es mi visión, y es el destino de todos nosotros.


Eleazar Majors

Fundador y Primer Patriarca de la Iglesia Cristiana Universal



 
 
 
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